lunes, 29 de abril de 2024

Entonces ¿Piar era inocente?

Piar: Bolívar se equivocó


FollowVenezuela tiene como piedra angular en su historia el siglo XIX, siendo la gesta independentista lo que marcó el antes y el después del hilo conductual de la vida y acción del venezolano. El fusilamiento del General Manuel Piar sigue levantando álgidos debates entre los historiadores.                                                              Pero ¿qué hubiera dicho el propio Piar sobre la decisión de terminar su vida? aún siendo el militar de mayor rango, solo después de Bolívar.

En un ejercicio periodístico, Manuel Piar se defiende de la sentencia de muerte que le quitó la vida el 16 de octubre de 1817.

Después de esa época no ha habido gobernante que deje de hacer referencia en sus discursos a algún prócer de la independencia; lo que desde mi punto de vista no hace más que ensombrecer las lagunas existentes sobre algunos de los protagonistas de aquella lucha emancipadora.

Pero, ¿Quién fue un héroe?

 

¿Quiénes pelearon?

 

¿Cuáles eran sus ideales?

 

Apenas tres preguntas que siempre encuentran eco dentro de mi cabeza cuando alguien se aventura a hablar de historia.

Hablando de preguntas persistentes sobre la historia de Venezuela, hay una sola que, como guayanés, resuena en mi mente como el silbato de un tren cuando va a cruzar una intersección: ¿era el general Manuel Piar inocente?, entonces ¿fue justa la decisión del Consejo de Guerra de fusilar al General en Jefe del Ejército Patriota y quién libertó Guayana en la Batalla de San Félix?, región en la que luego se instalarían los poderes de la nueva república.

¿Quién fue Piar?

Su nombre completo era Manuel Carlos María Francisco Piar Gómez. Nació en Curazao en el año 1777, hijo del Capitán de Marina Fernando Piar, de origen canario, y de la lugareña Isabel Gómez. Desde joven Manuel fue criado bajo la influencia militar aportada por su padre, y su madre le inculcó unos fuertes valores. Hablaba español, inglés, francés y holandés, y desde pequeño era evidente el ímpetu en su personalidad.

Como dije, como alguien que es de Guayana, desde pequeño, el fusilamiento de Piar siempre dibujó un gran signo de interrogación sobre mi cabeza. No obstante, en un país donde Simón Bolívar (quién dio la orden final para ejecutar a Piar) es una figura histórica incuestionable, la respuesta se perfila no solo lejana, sino incómoda.

En varias ocasiones he subido al Cerro El Gallo, escenario de la Batalla de San Félix, y También he paseado por los alrededores de la Catedral de Ciudad Bolívar. Ambos lugares donde la presencia del General Piar sigue tan presente como nunca, como esperando a que la historia sea un poco más benévola con él.

Ojalá pudiera hablar con él. Saber qué pensaba. Quisiera haber conocido que sintió desde que fue arrestado hasta su fusilamiento el Ciudad Bolívar (Angostura en aquel entonces) el jueves 16 de octubre de 1817.

Justo en este momento se corta la electricidad

¡Coño…! Otra vez. Tenemos una central hidroeléctrica en medio de la ciudad, y aun así se va la luz a cada rato- dije un poco exasperado.

Y no exagero cuando digo que realmente estaba haciendo el trabajo en una vieja máquina de escribir.

Llámalo romántico o hípster, pero menos mal que estaba escribiendo esto en una vieja máquina de escribir Underwood de 1900. Decidí continuar con las luces y el aire acondicionado apagados. Procedí a abrir la ventana y prender una lámpara de queroseno, para poder leer los documentos que tenía a mi derecha que respaldaban este escrito, y sobre todo, ver lo que estaba escribiendo.

Pero cuando enciendo la lámpara, una persona a medio iluminar aparece del otro lado del escritorio. Como estaba solo en casa, el susto hizo levantarme de la silla. Tuve una sensación parecida a la que tuve una vez que caminé por el Cerro El Gallo hace algunas lunas atrás.

La persona en cuestión era un poco más baja que yo (yo mido 183 centímetros), de tez blanca, cabello rizado -supongo que rojizo- y ojos muy claros.

Siéntate me dijo con su voz firme con un acento que no pude identificar. Quiero hablar contigo

Todavía sorprendido, le hice caso. No podía dar crédito a lo que estaba sucediendo. Mi corazón galopaba de nervios y curiosidad. La tenue luz no me dejaba detallar sus rasgos, pero estaba seguro que quién me hablaba era Manuel Carlos Piar. Todo lo que tenía a mi alrededor había desaparecido, máquina, papeles, documentos, libros, etc.

Estaba a solas con él, solo ambientado por un escritorio y la lámpara. Fue cuando acumulé fuerzas para solo balbucear:

- ¿Piar?

- Sí afirmó con una voz ronca pero contundente. Manuel Carlos Piar, General en Jefe de los Ejércitos. Al menos esos desgraciados de Francisco CondeJosé María CedeñoJosé Antonio Anzoátegui y el insulso de Soublette no lograron quitarme eso. 

- ¿Cómo está? Tantas preguntas y a mí solo se me ocurrió preguntar eso.

- Dolido  Al responder eso, su tono ya no fue tan enérgico como al principio, pero mantenía su firmeza. Nunca entenderé porqué había de juzgarme de semejante manera. Yo dije en varias ocasiones que un solo voto, no más, debe haber en Venezuela: Bolívar. Pero fue él mismo quien ratificó mi fusilamiento.

El general Piar no era muy expresivo, pero su carácter fuerte esa evidente.

- Dicen que El Libertador derramó una lágrima en Ciudad Bolívar cuando escuchó las detonaciones que acabaron con su vida- le respondí con algo de miedo. No todo el tiempo se está ante tal personaje.

- ¿Ciudad Bolívar?  me respondió, e inmediatamente me di cuenta que él nunca la conoció con ese nombre.

- Perdón General, quise decir Angostura. De miedo pasé a sentirme avergonzado, pero no podía dejar llevarme por ese sentimiento. Estaba obligado a conocer su versión de los hechos.

- Era bien sabido que Bolívar quería dar una lección de firmeza y control a sus ejércitos. Pero conmigo se equivocó, aunque yo tenía todo en contra, empezando por mi condición de pardo.

- No entiendo, ¿No era precisamente contra eso por lo que luchaba la parte Republicana? –

- Sí  Ahora mostrándose algo molesto. Contra eso peleábamos. Yo daba cien palos a cada soldado que no respetaba. También pedía mayor respeto a los pueblos indígenas. Pero eso, aparentemente, ofendía a las élites caraqueñas. No podía ver a un pardo haciendo lo que yo hacía. Les costaba desligarse del pensamiento colonial, y no podían verme como igual a ellos. Además, yo era el oficial de más alto rango que no provenía de una casa poderosa, como Bolívar, Mariño, o Bermúdez. 

En ese instante lo noté más alterado, y conociendo que el General Piar fue conocido por ser alguien de trato difícil, prefería no molestarlo.

-Sus ideas de igualdad, libertad y justicia fueron bien conocidas, pero ¿de dónde las sacaste? ¿qué te inspiró a adoptarlas como propias? 

- Mi padre fue militar, y siempre estuvo fascinado por las ideas de la Revolución Francesa. En casa había muchos libros, como los que inspiraron a quienes tomaron la Bastilla el 14 de julio de 1789, donde se declaraban los Derechos del Hombre y los Ciudadanos, un tanto olvidados por los gestores de nuestra independencia. Esos libros los leí, los discutía con mi padre, las ideas que hicieron adentrarme en la filosofía detrás de la lucha en contra del colonialismo y la supresión de los pueblos. 

- Pero usted no nació en Venezuela, ¿por qué unirse a los ejércitos republicanos en nuestra lucha por la independencia? 

- ¿Su lucha?  Me dijo con un tono más paternal, como queriéndome abrir los ojos, aún hoy, a doscientos años de su finalizada su gesta. Cedí ante un impulso de nuestro valor… porque la Gloria Inmortal es para los bravos que han sabido dejar su patria y su familia para llevar a regiones extrañas sus pensamientos liberales. Por eso cuando Francisco de Miranda pasó en búsqueda de un ejército para invadir a la Provincia de Venezuela y liberarla del yugo español, sin pensarlo me embarqué. Pero fuimos derrotados y tuvimos que huir. Eso fue en 1806. 

No importa qué dijera, la seguridad que acompañaba sus palabras era digna de un general, de un líder como lo fue Piar. Pocas veces se pausaba unos segundos en sus respuestas, lo hacía para decir el detalle exacto de lo que sucedió.

Manuel Piar había ingresado a la Marina. En 1812 pasó de alférez a capitán, y ese fue el más alto rango que obtuvo en la Fuerza Naval. En donde también hizo logros importantes, como el del sitio a Puerto Cabello.

- ¿Se siente más como un marino o como un soldado? Pregunté, con la intención de indagar dentro de él.

- Me siento más como un marino. Así fue que me crie. Así como comencé mi carrera militar. Pero las circunstancias me obligaron a permanecer alejado del mar.

Después de esta respuesta hubo un silencio prolongado, y sus ojos azules (ya había logrado definir su color) se tornaron brillantes, como llenos de nostalgia. Pero no fue más allá, su firmeza estaba ante todo.

En ese momento ya sentía un poco más de confianza. Además, él quiso saber un poco más de mí. Por un momento pasé de entrevistador a entrevistado. Yo le respondí de dónde era, qué hacía y cosas como esa. Aunque estaba ante un gigante de la historia de Venezuela, él no me hizo sentir pequeño. Piar, más bien curioso, quería saber algo más de la situación actual de Venezuela. Dudo mucho que yo le decía tuviera algo de lógica para él.

Fue entonces cuando encontré la oportunidad de preguntarle:

- ¿Te consideras inocente de los cargos que formularon en tu contra en el juicio que llevó a tu fusilamiento? 

- Sin duda ya retomando su tono firme y soberbio. -Yo no quería el poder, si no, hubiera aceptado las lisonjeras promesas que me hizo el General Santiago Mariño cuando estuve en Margarita. Si conoces la historia, entonces sabrías que Bolívar también desconoció a un superior cuando era aún coronel: al General Miranda.

- ¿Cómo así?  pregunté curioso.

- Yo acompañé Simón Bolívar, todavía siendo coronel, al Puerto de la Guaira, para detener a Miranda, que ya era conocido como el Generalísimo. La madrugada entre el 30 y el 31 de julio de 812, un grupo, entre ellos Bolívar, lo arrestó acusándolo de desertor, cuando se disponía a viajar fuera de Venezuela en busca de ayuda. Lo hizo para entregarlo a los españoles, después de que capitulara Valencia seis días antes al general español Juan Domingo de Monteverde.

- Entonces ¿Bolívar se equivocó?

- Sí, se equivocó. Pero no creo que lo haya hecho con intención, sino cegado por las artimañas de los que le rodeaban, que en muchos casos eran unos incompetentes buscadores y oportunistas. -

No sé por qué, pero empezaba a notar una similitud entre el ambiente político de aquel entonces con el de ahora.

- Pero cuando lo nombraron Gobernador de Margarita, en agosto de 1814, no dejó entrar a la isla ni a Bolívar ni a Mariño. 

- Eso no me hace conspirador continuó visiblemente molesto. Nunca hice nada a sus espaldas del Jefe Supremo. Pero cómo iba a aceptar que quisieran confinarme a la isla, sabiendo que debí haber sido General en Jefe de Todos los Ejércitos. 

- ¿Alguna vez desconociste a Bolívar como Jefe Supremo? 

- ¡Nunca!  afirmó con tajante golpe de puño cerrado en el escritorio. En 1811 así a la Asamblea de Emigrados, convocada por el mismo Bolívar en Los Cayos, allí todos lo reconocimos como Jefe Supremo, garantizándole nuestra lealtad. 

Todavía tenía la impresión que quedaban muchos cabos sueltos. Porque si Piar no me había hablado mal del Libertador en ningún momento, entonces cómo era posible que lo acusasen de conspirar contra el poder, algo más estaba involucrado.

- ¿Quiénes eran sus enemigos?

- ¡Muchos! Como dije, yo era el oficial de más alto rango después de Bolívar, y no procedía de una casta poderosa. Era pardo, y además, abogaba por los derechos de los indígenas y los pueblos locales. Eso creaba mucha envida en Caracas, y sobre todo, de los demás jefes que sí tenía un linaje en su sangre, como era el caso de Mariño, de José Félix Ribas, y de otras que ya he nombrado.

- Otro de los cargos que levantó durante el juicio fue que estaba incitando a una Guerra Civil, ¿eso es cierto?

Esta pregunta no obtuvo una respuesta tan pronta como las anteriores. Pero fue un silencio que parecía esconder más de una respuesta.

- No era necesaria una Guerra Civil, ya la estábamos viviendo. El ejército realista de José Tomás Bóves estaba integrado de puros llaneros venezolanos. Lo que yo exigía era un mayor respeto a las provincias por parte de la aristocracia caraqueña. Nunca lo oculté, creo que eso fue un error. Me creí dañado, me desahogué con mis quejas ante algo que creía injusto, pero no era mi intención incitar más enfrentamientos. 

- General, no me ha dicho nada de su pariente, Carlos Soublette, que actuó como fiscal en el juicio en su contra.

- De él no diré nada más que ese infame actuó como fiscal como un lobo esperando su presa. Basta leer su alegato en mi contra, que más que odio, me dejó mucho dolor.

En ese preciso instante, una interrupción lejana corta la entrevista. Me estaban llamando. Intenté despedirme del General Piar, pero solo pude tocarle el hombro y cruzar una mirada cercana. Ese pequeño gesto me transmitió una fuerza increíble.

La electricidad regresó, y cuando mis ojos se adaptaron nuevamente a la luz artificial, la presencia de Piar había desaparecido. Todo había regresado a su sitio, incluyendo la silla, ahora vacía, donde Piar estuvo sentado hablando conmigo por un tiempo que no supe nunca determinar.

La lámpara era redundante.

La última respuesta de Piar me hizo releer los argumentos finales del juicio en su contra. Al hacerlo entendí por qué dijo lo que dijo al referirse a Soublette. Nada de lo que este dijo fue contundente, y nada estuvo apoyado por pruebas. En cambio, Fernando Galindo, defensor del general, cerró de tal manera el juicio, que aún hoy doscientos años después sigue resonando en los libros de historia.

Entonces ¿Piar era inocente?

Los disparos que apagaron la vida de uno de los generales más efectivos en la historia venezolana sonaron a las cinco de la tarde del jueves 16 de octubre de 1817.

El juicio lo declaró culpable, pero la historia sigue con esa herida abierta, y en ninguna parte se registró algún hecho que justificara su fusilamiento. En la opinión de los historiadores, el caso sigue abierto, y aunque muchos justifican esta acción como algo necesario para mantener el orden en las tropas republicanas, en la actualidad se percibe como un chivo expiatorio de un poder que no encontraba la forma de demostrarse, encontrando en el curazoleño la oportunidad perfecta para dar un golpe de autoridad, sin tener que preocuparse como las represalias de algún grupo de poder que le apoyase. Porque no los tenía.


Además, existen otras teorías un poco más oscuras, pero de esas no escribiré. Por ahora… 

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